Un poco sobre nosotros:

Esto es un espacio de expresión donde todos hacemos lo que nos gusta y lo que mejor tratamos de hacer, no lo que mejor hacemos. Es un espacio libre y sin censuras. Un espacio donde mostramos nuestro punto de vista hacia otro cercano, distante o lejano.

Cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana, cada mes, cada año hasta...

Conceptos

by Juan Pablo Mangieri


Ahí estaba. El frío húmedo de la ciudad entraba por cada poro de mi piel. Sin embargo, no podía dejar esos escalones. No podía dejar de pensar en las consecuencias. No podía dejar esos escalones. No podía. No sabía qué hacer.
Miraba a un lado y a otro. Recorría con los ojos esa rotonda que ya conocía más que a nadie. En realidad estaba a la entrada de uno de mis lugares preferidos, por no decir más terapéuticos.
A veces me pongo a pensar si la normalidad es uno o son los demás. No digo que siempre la culpa la tengan los otros, pero no puedo dejar de tipificar. La multitud va y viene. Las personas esperan el autobús, entran y salen de la boca del metro. Ruido. Ruido. Ruido. No quiero escuchar más ruido. No quiero ver más ruido. Siento que mi cabeza va a estallar. Nunca vino mejor un cigarrillo. Un poco más de humo no le va a hacer nada a este mundo en el que vine a parar. La gente sigue yendo y viniendo. Mi cigarrillo se consume más rápido de lo habitual. En ese momento decido romper el frío de la escalinata y emprender por fin el viaje.




No hay nada como caminar por María Cristina como lo hacía antes. El sol te pega en la cara, el aire hace bailar tu pelo. Nunca puedo evitar las sensaciones en esta avenida. Siento que voy solo aunque sea uno de los lugares centrales de encuentro y de turistas. Paz. Paz. Necesito Paz.
Cuando llegué, nueve meses atrás, este fue el primer lugar donde me sentí eternamente yo. Fue el primer lugar donde dije: “queda y observa”. La fuente, con sus luces nocturnas, las aguas que bailan al compás de la ópera. Barcelona. Barcelona se siente tal cual uno escucha las palabras saliendo de la boca de Freddy Mercury.
Mi camino continuaba. Ahora tenía la opción de seguir subiendo por las escaleras, tradicionales y estáticas o eléctricas y cómodas, pero quién era yo en este momento para tomar una decisión o elegir. ¿No lo había hecho ya? ¿La decisión no estaba tomada? Sí, sí, estaba tomada. Las escaleras tradicionales y estáticas. Todo debía seguir su rumbo. A cada paso me giraba sobre mis pies para observar cómo la ciudad se iba transformando en una maqueta arquitectónica.
Ahí había llegado. Los caminos de tierras ya estaban pre-escritos. El frío me acogía entre sus brazos cada vez más fuertes. ¿Por qué realmente estaba haciendo lo que estaba haciendo, lo que voy a hacer? Ya me acordé. Tenía un motivo. Me acabo de acordar… Otro cigarrillo, otros escalones. Nunca pude dejar el vicio. Sociales o no, no pude abandonarlos hasta ahora. Hasta ahora, porque estaba a punto de hacerlo, aunque este no sería el último.
Ya casi no queda verde sino ese color amarillento y marrón que invade esta época del año. Todo sale a la luz. Todo cumple un ciclo. Ciclo. Ciclo. Ciclo. Qué palabra extraña. Esto me está poniendo nervioso, ¿o ya lo estaba? No, NO, NO, no lo estaba, ¿o sí? No, estaba agobiado, que no es lo mismo.
Seguí caminando. Ya era tiempo: la despedida. La despedida de encontrarme y saludar por última vez el primer lugar donde me perdí. Aunque eran finales de inverno, aquella vez, el verde nunca muere, y aunque los colores vayan desapareciendo son plantados nuevamente dentro de pocos meses. El espíritu queda en el aire, en el tacto con lo material, en la imaginación. Seguí caminando.
Otras escaleras esperaban mi llegada, tercer cigarrillo en menos de hora y poco. Estaba nervioso. Esto no sucedería de lo contrario. Mientras el humo continuaba su curso, mi cabeza dio vueltas otra vez al momento de observar. Observar fue lo que hice la mayoría del tiempo, la mayoría de mi vida. Era lo que mejor me salía, lo que mejor hago, lo que mejor me sale. Sin embargo, este pequeño don ya veía sus límites y su extinción.
Caminar. Caminar. Caminar. El recorrido todavía no había llegado a su fin. La ciudad seguía yaciendo abajo, en su sitio. Mi cabeza empezó a dar vueltas otra vez, como había ocurrido en las escaleras de la Fira. El estímulo que llegaba a mi cerebro no terminaba de formarse. La imagen terminaba siendo siempre borrosa. No era como un mareo sino como si la cabeza no pudiera quedarse quieta en un punto fijo. Esto era el final. Me estaba acercando al final.
Cuando me di cuenta ya había llegado a la meta. Allí me encontraba junto a tanto verde. Junto a tanta altura. Junto a tanto frío. Junto a tanta presión. Junto a tanto vacío. Junto a tanta. Junto a tanto. Sin embargo, luego de gritar y golpear contra el aire, terminé viendo mi mano yaciendo sobre el suelo en otra dirección soportando ya la tranquilidad.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario